jueves, 19 de agosto de 2010

...y O’Higgins tocaba el piano

O’Higgins en el piano, óleo de Ronald Röber Penroz. La motivación de esta obra es resaltar al otro O’Higgins: músico, pintor y lector, facetas ignoradas por la mayoría de los chilenos. Especialmente realizada para el Proyecto ExpO’Higgins-Bicentenario.

15 de agosto, 2010
Miguel Angel San Martín
A pocos días de la celebración del natalicio de don Bernardo O’Higgins, quisiera destacar un hecho prácticamente desconocido de nuestro héroe nacional: era un buen pianista y un gran amante de la música. En consecuencia, no nos debe sorprender el hecho de que un hombre con una imagen de recio soldado, fuera capaz de admirar el delicado mundo de la música y, en general, de la creación artística.
Don Bernardo fue criado bajo la fina sensibilidad y las atenciones especiales de su madre, lo cual le facilitó su formación integral. Sin embargo, lo convulso del momento histórico que se vivía en Chile, ocultó aquel aspecto sensible y estético del que se transformaría más tarde en el campeón de los campos de batalla y de la liberación.
Para completar su formación, O’Higgins fue enviado a Europa, concretamente a Londres, donde pudo desarrollar su estética musical y artística, potenciando sus habilidades como pianista, junto a los otros conocimientos generales que adquiría, en especial, los filosóficos.
Mientras Bernardo O’Higgins afinaba el oído y aclaraba la mente interpretando el piano, José de San Martín cantaba arias clásicas con su hermosa voz de bajo. Con tales antecedentes se comprenderá mejor el hecho de que el Ejército Libertador, organizado por ambos en Argentina, contara con dos bandas militares financiadas por un mecenas de Mendoza, identificado como Rafael Vargas.
Las dos bandas del Ejército Libertador jugaron un papel importante en las batallas de Chacabuco y Maipú, “tocando llamadas de combate y pasos de carga que enardecían las tropas”, como describe el investigador Samuel Claro Valdés, quien agrega: “En Chacabuco, cuando la batalla se acercaba a su desenlace final, don Bernardo O’Higgins desmontó y colocándose frente al Batallón N° 8, ordenó que la banda ejecutara la marcha Los Inmortales”.
Cuando O’Higgins asumió definitivamente el mando de la nación, ordenó la creación de un “propósito de trompetas”, destinado a convertirse posteriormente en una gran banda militar netamente chilena.
Ciñéndonos a la historia poco conocida de O’Higgins, es importante señalar que el 22 de julio de 1817 firma el decreto que ordena la creación de una Academia de Música de carácter militar. Cincuenta jóvenes inician sus actividades en las propias dependencias del Palacio de Gobierno, bajo el mando del teniente Antonio Martínez.
Un primer Himno Nacional fue encargado por nuestro Director Supremo al poeta chileno-argentino Vera y Pintado, que fuera aprobado por el Senado con el nombre de Canción Nacional de Chile, el 28 de septiembre de 1819. Claro que la música correspondía al argentino Himno de las Provincias Unidas del Plata, de Vicente López y Blas Parera. Según el investigador aludido anteriormente, este Himno alentó a las tropas criollas que sitiaron infructuosamente Talcahuano poco antes del reconocimiento senatorial.
Como no hubo conformidad en nuestro país en que la música correspondiera a un himno argentino, se le encargó al violinista chileno Manuel Robles Gutiérrez que compusiera una nueva partitura, la que fue estrenada para el cumpleaños de O’Higgins, el 20 de agosto de 1820. Ocho años después, ya depuesto y exiliado Don Bernardo, este himno fue sustituido por otro cuya música era del compositor catalán Ramón Carnicer.
En 1823, año en que el Director Supremo renunció al mando, en Nueva York son estrenados en su honor cinco valses, uno de ellos titulado “O’Higgins Waltz”.
En su exilio peruano, en calle Girón de la Unión 554, de Lima, según Claro Valdés, el Padre de la Patria endulzaba su soledad con interpretaciones de armonio y escuchando música clásica, especialmente de Beethoven y Mozart.
Sin duda que son datos interesantes los que acabamos de consignar. Nos muestran la otra faceta de aquel soldado recio y consecuente que luchó con la espada en la mano por conseguir la culminación exitosa de sus ideales. Pero también, un aspecto fundamental para comprender mejor la sensibilidad del estadista, del político avezado, del hombre integral que tuvo la visión amplia y generosa para avanzar por el camino de la libertad y del progreso.

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